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SIETE DÍAS, UNA VIDA

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Séptimo día:
Se oyeron dos disparos en la habitación. Luna abrió la puerta y vio el cuerpo de Eneko deslizándose desde la pared al suelo, dejando tras de sí un a enorme mancha de sangre dibujada por los dos impactos de bala que presentaba su cuerpo. Luna miró a Marcos que estaba frente a Eneko, con sus brazos en alto sujetando firmemente la pistola que apuntaba inconfundiblemente hacia el pecho de su hermano.
Luna rompió a llorar sin poder articular palabra alguna, acercándose temblorosa a donde se encontraban las dos personas que más había querido hasta ese momento. Uno, tirado en el suelo, muerto, empapado en su propia sangre. El otro, de pié, sin vida, después de haber matado al único hombre por el que habría dado su vida.
Luna llegó hasta el cuerpo de su hermano muerto, deslizó su mano por los parpados del fallecido, que aún permanecían abiertos, reflejando en su cara una expresión de felicidad, que cualquier otra persona hubiese encontrado irónica, pero para Marcos resultaba ser la expresión mas sincera que había visto en la cara de su hermano en los últimos siete días.






Sexto día:
Eneko recorrió los tres primeros andenes de la estación de trenes, se paró a la altura del cuarto, se escuchaba una canción algo distorsionada, era su teléfono móvil, lo sacó del bolsillo de su pantalón y en la pantalla aparecía el número de su hermano, un escalofrío recorrió su cuerpo como presagio de lo que iba a escuchar.
- No me puedo creer que lo hayas hecho tú ¿qué te ha conducido a la muerte?- dijo Marcos.
El silencio se apoderó de la conversación, pasaron cuatro segundos eternos antes de que Eneko pronunciase cualquier sonido. 
Sobre medianoche llegaré a casa. – lapidó Eneko.

Qué te ha dicho- preguntó Luna.-

Nada, no me ha dicho nada, sólo que llegará sobre las doce. Como si todo lo que ha ocurrido no tuviera la menor importancia.-

Seguro que en cuanto llegue nos lo explicará todo.-

Eso no va a cambiar lo que ha sucedido.-

¿Ni lo que va a ocurrir?-

Por supuesto que no. El ya ha decidido el final de la historia, por lo menos de la suya y no seré yo quien evite lo inevitable.-

Yo tampoco.- dijo Luna entre lágrimas.

Los dos hermanos se abrazaron durante varios minutos, después se limitaron a esperar que transcurrieran las dos horas que faltaban para medianoche.

Eneko entro en el piso de su hermana, dejó encima de una silla la maleta que había recogido en la estación, miró a su hermana a los ojos y entro en la habitación. Acto seguido Marcos realizó el mismo ritual, miró a su hermana, recorrió lentamente la distancia que le separaba del interior de la habitación y cerró la puerta.





Quinto día:
Luna cogió el teléfono que se encontraba en la mesita de su habitación, llamó a su hermano Marcos, el teléfono sonó tres veces antes de que Marcos contestara:
Diga…
¿Dónde estas?
Llegando a tu casa, ¿por?
¿Está Eneko contigo?
No, no le he visto  en todo el día, ¿ha pasado algo?
Si, lo peor que podría haber pasado.
No me asustes, ¿qué ha sido?
¿Estas muy lejos?
No, a tres calles.
Pues mejor te lo digo cuando llegues.
En un minuto estoy ahí.
Marcos colgó el teléfono intrigado, y aceleró el paso.

A su vez Eneko atravesaba rápidamente la ciudad con su coche, parecía nervioso, fuera de si, como si hubiera perdido el control de sus actos, llegó a un semáforo en rojo, detuvo el coche y se echó las manos a la cabeza, y lanzó una pregunta que sabía que nadie le podía responder, ¿porqué lo he hecho?, el semáforo cambió a verde y Eneko aceleró dejando las marcas de sus ruedas en el asfalto.

Luna le explicó lo sucedido a Marcos. Tras unas horas analizando la situación, Marcos le dijo a su hermana:
Entonces tendré que matarlo.
 Si, esa es la única solución.
¿Por qué habrá tenido que hacerlo?
Eso sólo lo sabe el, pregúntaselo.
Mañana le llamaré, cuando me haya calmado, hoy no sería capaz de asimilar sus respuestas.
Marcos abrazó a su hermana, mirando al vacío buscando respuesta a todas sus preguntas.

Eneko aparcó su coche en la estación de trenes, esta se encontraba cerrada. Eneko reclinó el asiento delantero de su coche y se tumbó en el, con la misma mirada que momentos antes reflejaba la cara de su hermano.




Cuarto día:

Eneko recogió tranquilamente los bártulos de la habitación del motel, repasó de un vistazo toda la habitación para asegurarse de no dejar nada atrás y apagó la luz. Cogió las llaves de su coche de la mesilla y salió de la habitación, se dirigió a la salida sin levantar la mirada de sus pies. Salió del motel sin cruzar palabra alguna con las personas allí presentes, dejó sus bártulos en la parte trasera del coche y se dispuso a arrancarlo. De repente sonó su teléfono, una voz ronca y profunda sonaba por el auricular diciendo:
-¿Pensabas que no te íbamos a encontrar no? ¿Te crees más listo que nosotros? ¿Pensabas que nadie sabría que habías sido tu verdad?
-Te equivocas, estaba esperando tu llamada, la verdad es que pensaba que no ibas a tardar tanto en hacerlo, pero creo que te he sobre valorado amigo.
-Te crees muy gracioso verdad, ahora que te hemos encontrado ya sabes lo que ocurrirá ¿no?
-La respuesta es que moriré, o ha cambiado en los últimos días.
-Sigue con tu arrogancia, pero en cuanto yo lo diga tu estarás muerto, solo quiero que lo hagas mientras escuchas mi voz.
-Y quien me va ha matar.
-Alguien que ha dormido a escasos metros de ti sin que tú supieras que era la persona que iba a acabar con tu vida.
-Si te refieres al hombre que ocupaba la habitación contigua a la mía, creo que no podrá hacerlo, digamos que se ha quedado dormido.
-No era el único que iba a matarte, es más digamos que era un pequeño cebo para tenerte entretenido.
-Me sorprende tu astucia, el problema es que los dos hombres que me esperaban en un coche rojo en el aparcamiento también se han quedado dormidos.
-¡Acabaré contigo en pocos minutos!
-Lo dudo. Dijo Eneko antes de colgar el teléfono. Toda la serenidad que había mostrado en la conversación se vino abajo en cuestión de segundos, Eneko sabía que debía desaparecer tan rápido como fuera posible. Arranco el coche con las manos aún temblorosas y cogió la carretera que le llevaba a la ciudad.




Tercer día:

Eneko corrió hacia las escaleras de la catedral, solo le separaban unos segundos del hombre al que llevaba persiguiendo varios minutos, cuando llegó al último escalón vio al hombre entrar en la catedral, siguió sus pasos sin vacilaciones, la catedral estaba en penumbra, sólo unos pequeños rayos de la luz de la luna entraban por las enormes vidrieras. Eneko miró a un lado y a otro, no había rastro de vida humana en la sala, empezó a caminar con paso firme, agarraba su pistola con las dos manos mirando en la misma dirección que sus ojos, los pasos retumbaban en el parqué, estos y su respiración eran los únicos sonidos que se podían percibir en toda la catedral. Eneko miraba a un lado y a otro sin dejarse engañar por las sombras que producían los objetos, escudriñaba paso a paso el interior de la catedral, se detuvo en el tercer confesionario y disparó, mientras el eco del disparo aún se escuchaba en el momento en el que un cuerpo se desplomó en el confesionario. Eneko se acercó a el, apartó la cortina y recogió la mochila que estaba al lado del cuerpo al que acababa de arrebatarle la vida. 

A las ocho de la mañana del día siguiente Eneko se dirigió a una ferretería y allí hizo 2 copias de una pequeña llave. Después entro en una oficina de correos, llevaba un sobre con un folio dentro que decía lo siguiente:

Si mi hermano no ha acabado con mi vida porque otros lo ha hecho antes, aquí está mi seguro de vida, esta llave abre la taquilla número veintisiete de la estación de trenes. Es lo único bueno que he podido hacer por la familia.

Eneko saludó al dependiente:
-Hola David, ¿que tal?
-Aquí currando como siempre, que haces a estas horas ya despierto.
-Nada una sorpresa para mi hermana.
-¿Es su cumpleaños?
-Que va, pero últimamente no me he portado muy bien con ella.
-Ya entiendo.
-David, a parte de enviar la carta, podrías hacerme un favor.
-Claro tío, de que se trata.
-¿Tu sigues yendo a la estación a recoger a Sofía todas las tardes?
-Si, ¿por?
-Podrías dejar esta mochila en la taquilla veintisiete, aquí tienes la llave.
-Por supuesto, ¿también forma parte de la sorpresa?
-Es la sorpresa, en la carta le envío otra llave.
-Joder, te lo has currado tío. Entonces la carta con envío urgente ¿no?
-No, normal, así cuando le llegue yo ya no estaré en la ciudad.
-¿Te vas de vacaciones?
-Digamos que me voy de retiro espiritual.
-Esto ya está, que te valla bien en ese retiro tío.
-Muchas gracias David por lo de la mochila.
-No me cuesta nada tío. Nos vemos tío.
-Si… nos vemos.
  



Segundo día:

Marcos y Eneko salieron del hotel junto a un hombre con una mochila, los tres se dirigieron sin casi mirarse asta un coche rojo que estaba aparcado frente a ellos, Eneko se sentó en el asiento del conductor, Marcos en el del acompañante y el tercer hombre atrás a menos de un centímetro de su mochila, Eneko arrancó y le preguntó a su hermano:
-Te noto nervioso, ¿Qué te ocurre?
-¿Qué que me ocurre? Estas de broma, tu también estabas ahí dentro conmigo.
-Ya, pero no es para ponerse así, sólo tenemos que hacer lo que llevamos haciendo toda la vida, y eso en caso de que salga mal, si sale bien lo más difícil que tenemos que hacer es llevar a este tío al aeropuerto.
-No escuchaste lo que ocurrirá si las dos cosas salen mal.
-Si pero eso no ocurrirá.
-¿Como estas tan seguro?
-¿Por qué no tendría que estarlo?
-Por si algo sale mal, quizás.
-Eso jamás ocurrirá.
-Tú y tu arrogancia.
-No es arrogancia, simplemente es que nunca hemos fallado, no entiendo por que tendíamos que fallar ahora, en el trabajo más sencillo que hemos realizado.
-Tú no te confíes tanto, y esta noche asegúrate de que este tío coge el avión de las tres de la mañana a Chicago.
-No te preocupes, déjalo todo en mis manos.
-Confío en ti, no me falles.
-No lo haré, tranquilo.
Eneko detuvo el coche en una calle del centro de la ciudad y Marcos se bajó del coche. El hombre que estaba atrás pasó al asiento del copiloto sin separarse de su mochila. Eneko le dijo:
-Tranquilo hombre, conmigo no te pasará nada malo
-Si lo sé, mi padre me ha dicho que sois sus mejores hombres.
-Y no se equivoca, así que no te preocupes tanto por la mochila.
-Por muy seguro que este contigo, no soltaré la mochila mientras esté vivo.
-¿No quieres defraudar a tu padre, no?
-No lo haré, y si no soy capaz de cumplir con lo que me ha ordenado prefiero estar muerto que decirle que le he fallado.
-Tranquilo hombre, no tendrás que decirle eso nunca, o por lo menos esta vez.

Eneko y el hombre habían entrado a un bar, ya era medianoche, estaban tomando unas copas, y la relación ya no era tan tensa, pidieron la cuenta y salieron del bar, en frente había unas escaleras que conducían a la catedral. Eneko le dijo al hombre que había bebido demasiado como para conducir y lo convenció de que fueran a la parada de taxis a coger uno, esta se encontraba a varias manzanas del bar, el hombre accedió a ir en taxi, puesto que no podían arriesgarse a perder el vuelo por culpa de algún control de policía. Cuando estaban a mitad de camino Eneko se frenó, miró a la cara al hombre y dijo:
-Ahora dame la mochila y desaparece de mi vista.
-¿Estas de broma?
-¿Te parece que estoy de broma? Dijo Eneko mientras sacaba su pistola.
El hombre echo a correr en dirección a la catedral, Eneko detrás gritándole al hombre que había elegido la peor opción. 



Primer Día:

Eran las once de la noche, Marcos esperaba en las puertas del hotel a su hermano, un taxi aparco en la entrada y de él salió Eneko que saludó a su hermano:
-¿Qué tal Marcos?
-Pues un poco nervioso porque ya pensaba que ibas a llegar tarde.
-Tranquilo hermanito, ya estoy aquí.
-Que gracioso ere, anda vamos para dentro que nos están esperando.
-A ver que quiere que hagamos el gordo esta vez.
-Ahora lo sabremos.
Marcos y Eneko entraron en la sui número trescientos quince, en la puerta había dos guardaespaldas que ni se inmutaron ante la presencia de los dos hermanos, al fondo un despacho, con una mesa de cedro y detrás un hombre corpulento, de unos cincuenta años, con el pelo blanco y barba de tres días. A su derecha, un hombre de unos 30 años con los mismos rasgos que el anterior, pero mucho más esquelético. Encima de la mesa había una mochila. El corpulento hombre dijo:
-Sentaos, tengo un trabajito para vosotros.
-De que se trata esta vez. Dijo Eneko.
-Primero quiero presentaros a mi hijo Cristian, deberéis llevar a Cristian al aeropuerto mañana por la noche para que coja el vuelo de las tres a Chicago.
-Para eso no nos necesitas a nosotros, que lo hagan uno de tus chóferes. Dijo Marcos.
-Es que eso no es todo mi querido amigo, Cristian deberá llevarse esta mochila con él, y resulta que esta mochila la quiere mucha gente, y vosotros sois los únicos a los que esa gente guarda un poco de respeto, es decir, que sois los únicos que podéis llevar a cabo esta tarea.
-¿A cambio de que? 
Uno de los guardaespaldas le pasó una carpeta a Marcos, este la abrió y vio la foto de su hermana, con su dirección, su número de teléfono y la foto de sus dos hijos. Marcos le pasó la carpeta a su hermano y dijo:
-¿Qué significa esto?
-Pues que si no conseguís que mi hijo coja ese vuelo lo pagaréis con vuestra vida, además de la de vuestra hermana y sus hijos morirán.
-¡Eso no es justo! Gritó Eneko.
-Tampoco es justo que yo tenga que enviar a mi hijo a una muerta casi segura porque vosotros os excedisteis en las formas la última vez que os encargue un trabajito. Así que hacer que mi hijo llegue a Chicago y todo estará olvidado.
-¿Y si matan a tu hijo, nosotros matamos a quien lo haya hecho, pero no recuperamos la maleta, que pasará? Preguntó Eneko.
-De la maleta se encarga él, vosotros hacerle llegar al avión y punto. Sobra decir que su muerte no es una opción de la que queráis saber sus consecuencias, su sufrimiento será devuelto multiplicado hasta el infinito, así que ni os plantéis la posibilidad de que le pueda ocurrir nada.
-Como veo no tenemos elección. Dijo Marcos.
-Efectivamente, mañana por la mañana los tres abandonareis el hotel, y o cumplís vuestro trabajo o vuestra familia ¡BOMM! Dijo el hombre corpulento poniéndole la mano en la frente a forma de pistola a Eneko.

Siete días, una vida.
de Rénè Roma
 

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