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CIRO_2Safe Creative #1207161978585

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- Norte -

Ya llevábamos caminando diez días en linea recta hacia el este, cuando notamos que el paisaje empezaba a cambiar sensiblemente. Los colores predominantes seguían siendo los mismos, gris y marrón, piedra y tierra por todas partes y alguna que otra mancha verde con algo de suerte. El paisaje se hacía cada vez mas plano y el marrón ganaba terreno al gris. Llegó un momento en que se volvió extremo, el suelo era tan plano que el horizonte se veía inmensamente lejos. Todo completamente marrón, sin una roca ni un montículo, ni un miserable árbol, y con unos infinitos caminos de piedra negra en linea recta que se perdían en el horizonte. Había visto muchos caminos negros pero nunca tan rectos e infinitos como aquellos. En este punto nos planteamos si debíamos seguir en la misma dirección, todavía teníamos mucha comida, pero estábamos en medio de un desierto y no sabíamos cuando encontraríamos mas. Era tarde, el sol se estaba poniendo a nuestras espaldas y decidimos preocuparnos primero por preparar el refugio para pasar la noche.

Dormíamos en una pequeña cabaña desmontable hecha con tela y barras de metal. Había sido idea de Nebil recordaba haber tenido una parecida cuando era niño. Apenas recordaba cosas de cuando vivía en la antigua tierra. Era muy pequeño cuando empezaron a vivir en el búnquer. Sin embargo se había criado allí, reconocía bastantes cosas y a menudo sabía para qué servían artilugios que encontrábamos.

Adrián en cambio recordaba bastante pues su familia no se encerró en el búnquer hasta que empezaron a caer las bombas. Además su padre le había enseñado mucho y le había contado muchas historias.

A menudo encontrábamos escombros o chatarra y rebuscábamos en busca de alguna pieza que nos pudiese servir. Yo siempre que encontraba algo que me llamaba la atención me detenía a imaginar qué función tendría, o si formaría parte de algo mas sofisticado. Entonces aparecía Adrián y decía:

- Es para batir huevos

- Para batir huevos... claro.

Pasamos allí la noche, al borde del camino de piedra negra. Cuando el sol salió al día siguiente decidimos nuestro camino mientras desayunábamos.

Retrocederíamos tres días de camino y nos desviaríamos hacia el norte. Recogimos nuestras cosas y nos disponíamos a partir cuando escuchamos un extraño ruido, el único en aquel silencioso paraje. Algo se dirigía hacia nosotros a gran velocidad por el camino de piedra negra.

Lo observamos durante un rato con intriga, pero aun estaba demasiado lejos para distinguir nada.

- Podría ser un coche pero...- dijo Adrián - el combustible es casi imposible de conseguir.

Mirábamos fijamente cómo se acercaba, sin saber si tener miedo o alegrarnos. Nadie hizo nada, ninguno de nosotros se movió, nos podía la curiosidad.

Esperamos en el borde del camino y cuando llegó se detuvo ante nosotros. Sí, era aquello que llamaban "coche", pero el tema del combustible lo habían resuelto de otra forma, iba tirado por dos caballos.

- ¡ Buenos días señores! - dijo con energía el piloto del extraño carruaje - ¿qué hacen en el medio de este desierto?

- Peregrinamos en busca de civilización. - Respondí.

- ¡ Ja!, ¡ Pues menudo sitio para buscar! - exclamó él mirando a su alrededor. Era un hombre mayor, con un gran bigote gris y llevaba unas gafas oscuras y redondas.

- Habíamos decidido regresar sobre nuestros pasos y probar otro camino.- dijo Nebil - Pues no sabemos hasta donde se extiende este desierto.

- Yo vengo del este, tardareis ocho días en cruzar el desierto andando, ¿ tenéis comida suficiente ?
Adrián comprobó las provisiones y negó con la cabeza.

- Tendremos que volver- dijo.

- ¿Cuántos días me quedan a mi hacia el oeste?

- Tres andando - respondí yo.

- Podemos llegar a un acuerdo. Yo me he quedado sin comida, y vosotros necesitáis un transporte para atravesar este desierto.
Os cambio el coche con uno de los caballos por la mitad de vuestra comida. Atravesareis el desierto en cuatro días y yo tendré comida y un caballo para seguir mi camino.

Nos pareció una buena oferta y aceptamos. Le entregamos una bolsa con la mitad de nuestra comida, la cogió con desconfianza pensando que seria poco, y la abrió para comprobarla.

- ¡¿ Qué demonios es esto ?! Exclamó al ver los pequeños botes de comida espacial.

- Pruébelo.- le dije.

Con el tarro en la mano y cara de enfado, se quedó mirándonos fijamente sin decir nada. Lo abrió, lo observó un rato, lo olió, y finalmente, untó dos dedos en el potingue y lo probó.

- ¡ La madre que os... ! ¡¡ Esto está cojonudo !!

Lo cierto es que no sabía muy bien pero a él pareció encantarle. Le explicamos que aquello era comida espacial y que comiendo tan solo dos cucharadas le saciaría hasta el día siguiente.

El extraño viajero acomodó sus cosas en la parte de atrás del caballo y se fue hacia el oeste. Nosotros seguimos nuestro camino hacia el este pero ahora mas rápido y mas cómodos. Íbamos tan contentos con nuestra nueva adquisición que no reparamos en un detalle bastante importante.

Llevábamos ya un buen rato de camino cuando me percaté de nuestro error.

- ¡ Parad, parad, parad! - grité

- ¿Qué pasa Ciro?- preguntó Nebil mientras frenaba al caballo.

- ¡ Maldita sea !, ¡¿ Cómo no nos hemos dado cuenta antes...?!, ¡ el caballo también come ! Tenemos comida para cinco días, siendo tres personas, pero el caballo come mas del doble que nosotros, por no hablar del agua. No llegaremos mucho mas lejos de donde estamos.

- ¿ Qué podemos hacer ? - Preguntó Nebil preocupado.

Pensamos durante un rato y Adrián sugirió algo.

- Creo que deberíamos matar al caballo, y seguir a pie llevandonos su carne como provisio...

- Yo tengo una idea mejor - interrumpí.

Me levanté del asiento y me puse manos a la obra.

El coche no tenía techo, era lo que llamaban un "descapotable", tenía atado al morro un poste de madera que sobresalía por delante y atado a él tenía otro palo formando una t para atar cada caballo en un brazo. Desaté el caballo y lo até al coche, solté el poste del morro, lo coloqué en vertical en el centro del coche y lo sujeté con una cuerda.

- ¿Veis por donde voy?

Mis compañeros sonrieron emocionados y se abalanzaron a echarme una mano. Hicimos una vela con la tela de la cabaña portátil y la montamos en el mástil. Cuando era pequeño y me hablaban de los barcos de vela me preguntaba por qué no utilizaban el mismo sistema en tierra.

Hacía mucho viento y la vela era bastante grande, estaba seguro de que funcionaría. Nos disponíamos a probarlo cuando nos surgió otro dilema. Qué haríamos con el caballo?

- No podemos dejarlo aquí, morirá de hambre.- dijo Nebil

- ¿ Quieres intentar meterlo en el coche ? Adelante.- Le respondió Adrián.

- Lo dejemos o no, le daré algo de comer- Fui hacia él, vacié uno de los botes de comida en mi mano y se la acerqué al hocico para que comiese. Nebil desató la cuerda que lo amarraba al coche y sin que nos diese tiempo a reaccionar, echó a correr hacia el norte y nos quedamos mirándolo.

- Parece que sabe a donde ir mejor que nosotros. Dijo Nebil.

- Pues igual tienes razón.- respondí sin pensar. Nos miramos entre nosotros y sin decir nada nos abalanzamos dentro del coche y desplegamos la vela.

- Rápido, rápido, a la izquierda.

- Calma Nebil, primero tenemos que coger velocidad por el camino.

Aquello empezó a correr casi al momento, Adrián giró bruscamente y sacó el coche del camino de piedra para seguir al caballo.

Al orientarlo al norte el viento nos daba por detrás y aceleramos mas aun. ¡ Aquello iba endiabladamente rápido !. Botaba en los baches de tal forma que resultaba difícil mantenerse en el asiento. Íbamos dejando atrás una inmensa estela de polvo que difuminaba el paisaje. Pronto perdimos de vista el camino de piedra negra, lo único que veíamos a nuestro alrededor era un inmenso mar marrón y lo surcábamos a toda vela.

Cuando nos estábamos aproximando al caballo, este aminoró la marcha, y tuvimos que enfrentarnos a la ardua tarea de descubrir como se frenaba aquel vehículo.

Apretamos todos los botones, pisamos en todos los pedales y cuando descubrimos que el freno era la palanca que está entre los dos asientos, ya habíamos dejado al caballo bastante atrás. Decidimos esperarlo allí, pues seguía en la misma dirección, y tuvimos que esperar bastante, pues el caballo fue aminorando la marcha cada vez mas.

Nos refugiamos a la sombra de la vela, pues el sol calentaba tanto en ese momento, que el caballo al que esperábamos se veía con ondulaciones. Esperamos y esperamos y aunque no se desviaba ni se detenía, no llegaba nunca.

Me levanté a estirar las piernas y me di un paseo sin alejarme del coche. Delante nuestra había un pequeño montículo y no dejaba ver mucho mas lejos, decidí asomarme para ver que había mas allá. Subí dificultosamente la pequeña cuesta pues el sol me tenía aturdido. Al llegar al borde me incorporé y enfoqué la vista.

- ¡¡ Sííííííííííí......!!!!!!!, ¡¡¡ Lo sabía mejor que nosotros...!!!!, ¡¡ Claro que lo sabía !!!!, ¡ Ja ja ja ja!, ¡¡ Venid a ver esto!!!

Nebil y Adrián vinieron corriendo al oirme gritar y celebraron conmigo lo bonito que era el paisaje que desde allí veíamos.

El caballo sabía muy bien hacia donde ir, habríamos viajado durante cuatro días hacia el este para salir del desierto pero él nos saco de allí en solo medio día hacia el norte.

Ante nosotros el mar de tierra llegaba a su fin y el terreno empezaba a describir formas, al principio suaves, pero cuanto mas lejos mas agresivas. El color verde iba haciendo aparición progresivamente, y lo mejor, al fondo de la composición, en el horizonte, el mar.

Estuvimos tanto tiempo admirando el paisaje con la boca abierta y la mente en blanco, que vimos aparecer al caballo en el cuadro, ya nos había adelantado y al verse cerca de su destino aumentó el paso impaciente.

- ¡ Vamos ! Dijo Nebil

Corrimos hacia el coche y lo pusimos en marcha enseguida, después del montículo era casi todo cuesta abajo así que, aunque el viento había amainado un poco, el coche iba, si cabe, mas rápido que antes.

Pronto adelantamos de nuevo al caballo, pero esta vez ya sabíamos todos hacia donde íbamos.

Al final de la tarde ya habíamos dejado atrás el desierto, el terreno era ya demasiado accidentado y apenas había viento, así que decidimos continuar a pie. Nos detuvimos en el primer regato con agua que vimos y corrimos a darnos un chapuzón gritando y riéndonos.

Cuando llevábamos allí un rato y ya estábamos mas relajados, tumbados al sol y con la ropa empapada, llegó el caballo.

Aunque el río era bastante grande vino a beber junto a nosotros, sin asustarse lo mas mínimo, Nebil se acerco a él y lo acarició.

- ¿ Nos has salvado la vida, lo sabías ?

Al final resultó que no habíamos hecho tan mal cambio.

Se quedó con nosotros y decidimos ponerle un nombre. Le llamamos Norte.

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