Se oyeron dos disparos en la habitación. Luna abrió la puerta y vio el cuerpo de Eneko deslizándose desde la pared al suelo, dejando tras de sí un a enorme mancha de sangre dibujada por los dos impactos de bala que presentaba su cuerpo. Luna miró a Marcos que estaba frente a Eneko, con sus brazos en alto sujetando firmemente la pistola que apuntaba inconfundiblemente hacia el pecho de su hermano.
Luna rompió a llorar sin poder articular palabra alguna, acercándose temblorosa a donde se encontraban las dos personas que más había querido hasta ese momento. Uno, tirado en el suelo, muerto, empapado en su propia sangre. El otro, de pié, sin vida, después de haber matado al único hombre por el que habría dado su vida.
Luna llegó hasta el cuerpo de su hermano muerto, deslizó su mano por los parpados del fallecido, que aún permanecían abiertos, reflejando en su cara una expresión de felicidad, que cualquier otra persona hubiese encontrado irónica, pero para Marcos resultaba ser la expresión mas sincera que había visto en la cara de su hermano en los últimos siete días.